"... El nombre de Robles está definitivamente vinculado a la más importante labor realizada en el Perú sobre nuestro folklore musical, posiblemente el más rico de América. Es a partir de la época en que él inició su paciente recolección de cantos populares que, se puede decir, empezó a conocerse el verdadero significado y valor de nuestra música vernácula..." César Arróspide de la Flor. Siendo niño integró el coro de la catedral de su ciudad natal. Al cumplir 13 años, su madre, doña Micaela Robles, dama huanuqueña de ancestros andinos, lo envía a Lima para alentar su talento artístico en el campo de la pintura y las artes manuales. En 1887, en plena adolescencia, conoció al maestro Manuel de la Cruz Panizo, negro liberto, compositor de música religiosa en varias iglesias y monasterios de Lima, quien lo instruyó en el solfeo y en el canto coral. Recordando a Panizo, Alomía Robles decía: Era un negro chivillo, qué elegante y qué fino. Tenía una nariz fina y una boca pequeña y era de ébano. Pocos hombres he visto tan distinguidos como éste.- Aquel negro era un hombre extraordinario de quien no sé por qué no se ha guardado memoria. Era un liberto este negro, era un gran músico, y era un alma extraordinariamente generosa. Cuando llegó la hora de la manumisión bajo el gobierno de Ramón Castilla, 1854 -, su alma era ya enteramente libre. Al hablarle de él, mi recuerdo no es sino pura gratitud.- Como habíamos acordado, Panizo me enseñaba solfeo, en las noches, y yo iba a cantar en las misas. Él había acaparado todas las actividades musicales sagradas. Para poderlas atender, Panizo contaba con masas orquestales bastante bien dirigidas. Y si nos llena de asombro que un esclavo hubiese podido tener tal temperamento, no es extraño que un negro hubiese sido tan exquisito músico. No sé cómo ha podido olvidarse Lima de una figura tan interesante y tan limeña. Los chilenos lo encontraron tan bueno que se lo llevaron a Chiles, pero Panizo prefirió regresar a Lima. Poco tiempo después, Panizo contactó al joven Alomía con el maestro Claudio Rebagliati, compositor italiano radicado en el Perú, para los estudios de piano, armonía y composición. Viajero infatigable desde los 15 años, recorrió el Perú internándose por los más abruptos lugares de su serranía, recogiendo los cantares y música que se transmitían de generación en generación, captando melodías, tradicionales y leyendas de las épocas incaica y colonial, coleccionando instrumentos musicales y ceramios de las antiguas culturas peruanas. Su amistad con el Padre franciscano español Gabriel Sala en el Monasterio de los Padres Descalzos de San Luis de Shuaron fue determinante para sus orientaciones musicológicas, en la misma medida en que lo fue su amistad con Felipe Pedrell en la Argentina. En febrero de 1897 contrajo matrimonio con la dama pianista cubana Sebastiana Godoy, hija de banqueros y hermana del poeta simbolista Armando Godoy radicado en París. De esta unión nacieron diez hijos. A los dos años de su muerte acaecida en Nueva York, en 1922, casó Alomía Robles con doña Carmela Godoy, hermana de la difunta, con la que tuvo dos descendientes. Sus numerosos viajes lo llevaron a traspasar las fronteras de su patria en varias oportunidades, visitando Bolivia, Argentina, Ecuador, Panamá y Estados Unidos, en donde radicó en la ciudad de Nueva York por espacio de 14 años, desde 1919 hasta 1933. Diversas instituciones y personalidades del mundo artístico norteamericano manifestaron profundo interés por su obra. Mr. Peter H. Goldsmith, director de la división interamericana de la American Association for International Conciliation; el maestro Edwin Franko Goldman, director de la famosa banda del mismo nombre; las fundaciones Carnegie y Guggenheim; las Universidades de Columbia y Yale; la Unión Panamericana en Washington y el presidente Harding de los EE. UU. Ese último propuso su ópera Illa Cori para ser estrenada en las grandes ceremonias de apertura del Canal de Panamá, en 1914. Lamentablemente, el conflicto bélico frustró el proyecto. Las casas RCA Victor y Brunswick grabaron en 24 discos sus principales obras. De ellas, la plegaria de la zarzuela El Cóndor Pasa es la que alcanzó mayor difusión y fama. El 16 de junio de 1933 arribó al Callao, regresando a la patria tras prolongada residencia en Nueva York. Afincado en Lima, recibe homenajes, un nombramiento para un cargo público y numerosos estrenos con la orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta de su entonces titular, maestro Theo Buchwald. Atacado de septicemia fallece en Chosica Lima, a los 71 años de edad dejando inconclusas varias composiciones y el proyecto de un departamento de investigación musical con el compositor puneño Theodoro Valcárcel, artista también de estirpe y vocación andinas. BIOGRAFÍA Por Edgar Valcárcel